lunes, 3 de noviembre de 2008

¡CUANDO EL INDIO NO SE DEJA COLONIZAR, ES CASI SIEMPRE MUERTO!


“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”.
Simón Bolívar

La conquista-invasión, para quienes a través de la historia conocemos los nefastos atropellos contra nuestros ancestros los indígenas, revela una moral utilitarista, justificadora de opresión y de muerte, cuyo valor supremo consiste en el enriquecimiento ilícito del conquistador.
Para Cristóbal Colón y el resto de “conquistadores”, el Nuevo Mundo era nuevo para los europeos que llegaron a invadirlo, pero absolutamente viejo para sus pobladores naturales.
Los “conquistadores” no entendieron que era otro mundo, con reinos, cultura, religiones y civilizaciones distintas a los europeos, pero tan válidos como éstos.
Cristóbal Colón en persona dirigió una campaña tres años después de la conquista en contra de los indígenas. Con doscientos infantes, buen número de caballeros, perros adiestrados para el ataque diezmaron a los indios en la República Dominicana. Los indígenas se anticipaban al destino impuesto por sus opresores blancos, matando a sus hijos y suicidándose en masa.
A continuación, un extenso y retórico requerimiento de los capitanes de conquista a los indígenas, exhortándolos a convertirse a la santa fe católica ordenado por la corona española: «Sino lo hiciereis o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifícoos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y yo os haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de su Majestad y tomaré vuestras mujeres, hijos, y los haré esclavos, y como tales los venderé y dispondré de ellos como su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere…» Daniel Vidart, Ideología y realidad de América, Montevideo, 1968.

Tal sentencia ha perdurado a través de los siglos, nuestros aborígenes continúan como otrora, esclavos, sus bienes arrebatados, víctimas de todos los males y daños posibles.
La justa rebeldía de nuestros aborígenes se castigaba con esclavitud, servidumbre, maltrato, iniquidad, exterminio y toda clase de abusos. Llamados delincuentes eran enviados al laboreo de minas y otras faenas pesadas y esclavizadoras. A pesar de que sus verdugos eran denunciados, y de las muchas legislaciones que había, estas revelaciones jamás tuvieron efectividad.
En 1493, Alejandro VI, promulgó la llamada bula Alejandrina donde él, como vicario de Jesucristo y sucesor de San Pedro, impone a los reyes de Castilla y León la obligación de evangelizar las tierras descubiertas y por descubrir. El bachiller Enciso fue el encargado de transmitirla a los indígenas. Los nativos del Sinú fueron los primeros en responder de la siguiente manera:
Después de leído el requerimiento, “que en lo que decía que no había sino un solo Dios y que éste gobernaba el cielo y la tierra y que era señor de todo, que les parecía muy bien, y que así debía ser; pero que en lo que decía que el Papa era señor de todo el universo en lugar de Dios y que él había hecho merced, de aquellas tierras al rey de Castilla, dijeron que el Papa debía estar borracho cuando lo hizo, pues daba lo que no era suyo, y que el rey que pedía y daba la merced, debía ser algún loco, pues pedía lo que era de otros, y que fuese allá a tomarla, que ellos le pondrían la cabeza en un palo, como tenían otras que me mostraron de enemigos suyos… y dijeron que ellos eran señores de sus tierras y que no había menester de otro señor”.
Fray Bartolomé de las Casas en sus escritos, señala a los encomenderos y conquistadores como unos rapaces y criminales que ocultaban un genocidio bajo la máscara de la evangelización y la civilización.

La rebeldía de ayer, es la rebeldía de hoy, los motivos son los mismos, y los castigos iguales o peores. Se les sanciona con el desalojo, la desaparición. La usurpación de sus territorios por los violentos, por los ganaderos, por los terratenientes a quienes el Gobierno les ha entregado sus tierras. Los maltratos y violación de todos los derechos no han cesado. Como en los tiempos de la conquista, se cree que los indios no tienen alma, y que son meros animales de carga.

Siempre condenados a un eterno éxodo, siempre perseguidos, han padecido lo que se pudiera llamar maldición de su propia riqueza. Las matanzas que comenzaron con Colón, continúan. Acorralados por todos marchan en su peregrinar ante los ojos impávidos de sus coterráneos y del Gobierno. Dieciocho de sus pueblos se hallan a punto de desaparecer, y con ellos la extinción de valiosas culturas.
La única defensa que utilizan para proteger sus territorios son los bastones de madera de la guardia indígena. “armas” con las que se han enfrentado a toda clase de bandidos, de guerrilleros, paramilitares y sediciosos. Es la cruda realidad de opresión, dominación y discriminación étnica, despojo territorial y extinción padecida por siglos por nuestros nativos.
En la época del vasallaje español, la Corona ordenaba lo que sus conquistadores debían hacer con los habitantes del rico Nuevo Mundo. La corona ordenaba y se obedecía. Después de 516 años de que la bota española retumbara en América, el indígena continúa siendo el mismo esclavo, el mismo estigmatizado, el discriminado por los blancos, el perseguido, el delincuente.
Que los indígenas no necesitan tierras porque tan solo representan el 2,2% de los habitantes del territorio colombiano. Que no les son necesarias porque ya tienen el 27% de ellas, aduce el presidente colombiano.
El 73% del territorio nacional se halla en manos de los finqueros, de los ganaderos, narcotraficantes, paramilitares, y toda clase de violentos, despojando así a los indígenas de las regiones que por siglos les pertenecieran.
Desplazados de sus lugares sagrados como el santuario de La Sierra Nevada, nuestros aborígenes han sido arrinconados por los violentos, amos en la actualidad de las tierras. Tierras que pertenecieron por siglos a los nativos y de las que han sido arrancados. La Pachamama es nuestra madre, es su todo, ojos de agua, manantiales, vertientes, cerros. Donde dialogan, a la que le entregan ofrendas, a la que le piden algo, o con la se disculpan por alguna falta.
Durante años los indios han reclamado a los diferentes gobiernos atención para los múltiples problemas que los agobian. Sus peticiones nunca han sido atendidas, razones por las que el hambre, la miseria, la insalubridad y todos los males, se han arraigado en sus pueblos conduciéndolos a una elevada morbilidad que conlleva a la extinción de las etnias.
Para una reconocida periodista, los indios incumplen la ley, no son necesarios, lo que indica que sobran en su patria. Sus protestas son omitidas por los medios. Igual que hace 516 años, son seres nacidos para servir y para morir. Son llamados desestabilizadores y opositores del Gobierno para justificar las acciones en su contra.
Apoyemos a nuestros aborígenes en la recuperación de todo aquello que les pertenece. En el justo pedido al Gobierno por una verdadera justicia social. Son nuestros hermanos y por lo tanto debe haber estricta equidad para evitar el exterminio a que están siendo sometidos.
Ellos no tienen por qué dejar a sus hijos y descendientes la servidumbre y opresión por herencia.
HIMNO RELIGIOSO INCA
“Y vosotros, ríos y cataratas,
Y vosotros pájaros,
Dadme vuestras fuerzas,
Todo lo que podáis darme;
Ayudadme a gritar
Con vuestras gargantas, aun con vuestros deseos,
Y recordándolo todo
Regocijémonos,
Y así, de ese modo, hendidos,
Yéndonos, nos iremos,”