jueves, 29 de abril de 2010

CARTA PÚBLICA DE LAURA MONTOYA, HIJA DEL DIRECTOR DEL SENA.

Este es el contenido de la comunicación:

Qué pienso esta mañana

Martes 20 de abril de 2010

Por Laura Montoya Vélez

"Es cómo construir un gran castillo de arena y cuando está terminado, viene alguien y lo patea". Fue como simpáticamente alguien imagino, podría estar yo sintiendo en el postdebate.

Además fui yo misma quién lo pateó, y debo redundar en que fue con gran dolor. Hasta ahora mi ánimo no ha decaído, en parte por las decenas de mensajes de solidaridad y apoyo a las declaraciones respaldando a mi papa. A todos lo agradezco infinitamente pero debo decir que hacerlo era lo obvio. No soy persona de arrepentimientos, pero sí de reflexión. La noche y madrugada tras el debate televisado de candidatos acorrale a mi papá para que reflexionáramos hasta el cansancio lo que había ocurrido y lo que venía después de que Noemí amedrentó a Santos con su nombre, ante miles o millones de colombianos atónitos.

El hecho fue angustiante sin duda, pero para cada uno, mi papá y yo, representaba preocupaciones y dolores distintos. La mía en particular era la inminente tergiversación de unos hechos íntimos cuya trascendencia en su momento se suscribía a una coyuntura de la campaña política "pre-caída del referendo", pero que en la etapa actual constituían un puñal mal lanzado al torbellino de la campaña por la primera vuelta. No se sabía en quién terminaría clavándose. El problema es que ese puñal llevaba las iniciales de mi papá, una fuente de amor y generosidad para mi existencia, y quién por otro lado, se ha dedicado con alma, vida y corazón al renacimiento de una entidad que pocos daban por valiosa y que hoy es motor de un cambio social en Colombia.

El puñal salió disparado en medio de una riña de Noemí y Juan Manuel Santos, quienes desde hace meses sostienen un pulso por el poder. Pulso en el que ya decolaron otras cabezas como la de Andrés Felipe Arias, que a pesar de su inteligencia careció de la astucia necesaria para saber que meterse en la riña que representaban Noemí y Juan Manuel, tomando abiertamente partido por alguno de los dos, era casi un acto suicida, en el sentido político. No es de extrañar que ahora lastimado, Arias prefiera no cambiar de bando pues solo seguiría recibiendo cuchilladas y golpes bajos, en su mayoría del mismo infractor: Juan Manuel Santos.

El dueño del puñal sin embargo, tan culpable como los demás de las heridas, gozaría dirigiendo el arma que creó mientras permanece oculto, pues como es usual, la alharaca de los acontecimientos distraería a los audaces periodistas de comidilla, del verdadero debate presidencial: el fin justifica o no los medios. En estas circunstancias caóticas el puñal siempre apunta a quien mas desprevenido está, pues los contrincantes a punta de adrenalina y reflejos sabrán esquivarlo de la manera más conveniente e incluso oportunista.

Con el flash de las cámaras y los micrófonos alrededor de mi casa paterna a primera hora del lunes, entendí que quién menos reflejos tendría en esta reyerta era mi papá, pues estaba absolutamente ajeno a la pugna por el poder y carecía de la adrenalina y la suspicacia para ver venir el golpe. Por eso decidí esquivar el paso del puñal con él, dejando que el filo me rosara a mí también. No por falta de astucia o de inteligencia de mi papá sino porque él realmente ha estado por fuera de la politica electoral. La prueba más fehaciente de ello es que hoy continúa incólume en su cargo, aunque de animarse a participar hubiera sido recibido con vivas y glorias en cualquiera de las campañas, pues sin duda su peso político hoy, inclinaría favorablemente la balanza a favor de quien lo tenga en sus huestes.

Después de todo yo sí llevaba -y al más alto nivel, la adrenalina de la campaña presidencial y estaba entregada en cuerpo y alma a su devenir, cerca muy cerca de una de las más ejemplares contrincantes. Observando desde allí, cada uno de los movimientos del opositor, que para nada es Mockus, a quien sé que Noemí profesa el mayor cariño desde lo más profundo de su ser. Supuse entonces que la máquina de reacción mediática de Juan Manuel, que cuenta con toda la tecnología política, actuaría sin el menor escrúpulo para ascender a su candidato sobre el torbellino y hacer parecer que todos, incluso mi papá, lo catapultan.

En este sentido, la política es sucia pero emocionante. Por ejemplo, el actual comandante de las operaciones mediáticas de Juan Manuel, Ricardo Galán, se lanzó a esta versión de campaña presidencial desde el seno de la campaña de Noemí, quién con generosidad y respeto lo recibió y lo sintió parte de su equipo. Pero semanas después de haber recogido suficiente información para saber cómo y a dónde dirigir los golpes bajos y pasar inadvertido, Galán se retiro haciéndose retirar, con argumentos de lealtad y otros cuentos. Bien por la capacidad de hacer el mejor show que tiene Juan Manuel, sin embargo gobernar, como nos ha demostrado Alvaro Uribe, es un ejercicio menos espectacular, en el que la transpiración es el 90% del esfuerzo y la inspiración -donde cabe lo mediático- solo el 10%.

En mi opinión el ejercicio político que "gana" en Colombia es el que construye castillos de arena.<

Para no perder el foco relatando elementos diversos y significativos de esta riña, me dispongo a aseverar con gran dolor, que Noemí no pudo a haber subestimado el efecto mediático de sus palabras. Que al presentársele la oportunidad de que su contrincante político se declarara en retiro si se le comprobaba la acusación, en la que ella cree con vehemencia, se lanzó tajante confiando en la prueba que tal vez consideró más segura: Yo. Segura no sólo por la admiración que siento por ella, o el entusiasmo que me ha generado esta difícil campaña que ella con dignidad y mucho esfuerzo ha liderado, sino porque sabe de mi rechazo profundo a lo que representa Juan Manuel Santos, el de los falsos positivos.

Paradójicamente, el día anterior al debate presidencial estuve en la ciudad de Arauca, dónde un par de años atrás fui delegada de la Presidencia y tuve a cargo el monitoreo de la situación de Derechos Humanos. Eso coincidió con la época en que el Ministro Santos, "bajaba la guardia" ante el incremento de ejecuciones extrajudiciales, fenómeno que me atrevo a decir, se disparó en Arauca antes que en muchas otras zonas de Colombia. Y yo estuve ahí cerca, enterándome de cómo el mando político de la fuerza militar hacía caso omiso a cada hecho doloroso que día tras día sumaba cientos de muertos, victimas de desplazamiento y niños reclutados.

Durante esa época conté las víctimas. Nombres y apellidos de cada uno de ellos rondaban en mi cabeza y paulatinamente su memoria me ayudó a desentramar marañas sobre la realidad de la violencia en Arauca, en Colombia. En esa cerrera región de la que el gobierno central solo se acuerda por sus regalías petroleras, la dosificada instauración de la institucionalidad, arrastra en cada etapa, primero las pestes y defectos del estado, anticipando así la desconfianza de las gentes en la legalidad para luego gobernárseles y juzgárseles desde esa misma legalidad deslegitimada. En Arauca aprendí mucho, y en particular sobre el impacto que tienen las decisiones -y negligencias- del mando político nacional, que en ese entonces encabezaba Juan Manuel Santos.

Me retire de mi labor pues ya era insostenible desde el punto de vista de mi seguridad personal. Sin embargo guardé en mi corazón el dolor, la esperanza, la rabia y el optimismo de las gentes araucanas (sentimiento que traía fresco al regresar de allá el pasado domingo del debate.) Meses después cuando se destapó a la opinión el escándalo de los falsos positivos en Ocaña, observe que no difería de los hechos ocurridos en Arauca y me di cuenta de cómo era un fenómeno sistemático. Vi al Ministro de Defensa Santos esquivar con cinismo los reclamos por su responsabilidad y hasta decidir el relevo de su cargo -sin mediar verdad y justicia, a varios oficiales de larga carrera en las Fuerzas Militares. Todo ello sin el menor desvelo por su responsabilidad propia. Por eso, al verlo mentir y convencer tan patéticamente en una rueda de prensa, me propuse a mí misma nunca promover que este país fuera gobernado por gentes tan mezquinas y cínicas cómo él.

Tal vez esa convicción también me desvió hacia el camino de Noemí Sanín, a quién hoy le tengo gran agradecimiento y respeto.

Ella ha sido acusada de toda clase de argucias y frivolidades que distan mucho de mostrar a la mujer dedicada, generosa y de verdadera conciencia social que yo he conocido estos últimos meses. Noemí es una gran política, una buena estratega y un alma limpia, que no obstante dejó de jugar con ingenuidad después que fue derrotada en triunfo histórico por el candidato presidencial Álvaro Uribe. Noemí tiene una ventaja frente a otros candidatos y es que -modestia parte- sabe rodearse de un buen equipo. Fue ella y no el electo Presidente Álvaro Uribe, quién junto a Juan Luis Londoño "descubrió" en Darío Montoya, el hasta entonces reconocido soñador de Medellín, al futuro Director del SENA. De ahí el cariño y simpatía que siente mi familia por ella.

Pero que nadie se equivoque, en las malas Noemí pelea como los demás peleadores, pero cuando es a trabajar para construir algo sostenible, ninguno la puede igualar. Por eso a pesar de haberse equivocado, Noemí Sanín seguirá siendo mi candidata, Yo votaré por ella. Creo en que cuando construya su proyecto de país, no lo hará sobre granos de arena, sino por fin, de concreto. Después de todo fue Noemí, junto a Mario Calderón, quien revolucionó la construcción de vivienda social en Colombia

¡Ojo! “QUIEN ESTRECHA UNA MANO ENSANGRENTADA, SE ENSANGRENTA ÉL MISMO Y SE CONVIERTE EN CÓMPLICE DE SUS CRÍMENES”

sábado, 17 de abril de 2010

¡MOCKUS PRESIDENTE PARA UNA COLOMBIA DECENTE!



PALABRAS DEL PRESIDENTE DURANTE LA CEREMONIA DE ASCENSO EN LA ESCUELA GENERAL SANTADER



http://www.presidencia.gov.co/prensa_new/sne/2003/junio/20/14202003.htm

Bogotá, 20 jun (CNE). El siguiente es el discurso pronunciado por el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, durante la ceremonia de ascenso del general Teodoro Campo Gómez a General de Tres Soles, celebrada en la Escuela Nacional de Policía General Santander:

"Nos reunimos hoy en este bello campo de la Escuela de Policía General Santander, en el sur de esta ciudad y con el verde de esta Sabana infinita, para agradecer con los símbolos de la Nación a muy buenos hijos suyos.



(… )

Y hemos condecorado con la Estrella de la Policía al señor doctor Antanas Mockus, alcalde mayor de la ciudad. Los colombianos le tenemos profunda admiración, gratitud, confianza.

La palabra clave de la época: recuperar confianza en las instituciones, recuperar confianza en nuestra forma de gobierno, recuperar confianza en los seres humanos que encarnan esas instituciones.

El alcalde Mockus, por su competencia, por su entrega al servicio, ha ganado confianza. Y fundamentalmente esa gran dosis de confianza que la ciudadanía tiene en él, deriva de su honradez, de su pulcritud como servidor público y como ciudadano integral.

Esa recuperación de confianza le ha hecho muy bien a la administración de Bogotá. Es un ejemplo para el país entero. Es una luz para que todos los que representamos a las instituciones democráticas, hagamos los esfuerzos a nuestro alcance para recuperar confianza.

El alcalde Mockus, para bien de Colombia, tiene la credibilidad de la ciudadanía, de la Fuerza Pública. Su tarea en el orden público a mí me ha gustado, como a todos los ciudadanos, en muchos aspectos. Y en otros me ha sorprendido gratamente.

Por un lado, el alcalde Mockus ha sido un pedagogo de la convivencia. Ha ejercido un magisterio permanente para enseñarnos a los colombianos a dirimir nuestras controversias pacíficamente.

Hasta ahí, desde muchos años, así lo hemos conocido. He compartido, en este año de ejercicio de la Presidencia, responsabilidades con él para dar seguridad a los bogotanos. Y he encontrado en el alcalde Mockus un timonel firme. Sin vacilaciones y sin titubeos.

Él piensa, para bien de Colombia, que la colaboración de todos los ciudadanos con la Fuerza Pública no puede ser optativa. Su interpretación de la Constitución y de los deberes ciudadanos para el bien público, lo ha llevado a decir aquello que yo comparto: 'La cooperación de los ciudadanos con la Fuerza Pública para la recuperación del orden y la convivencia, es un deber ineludible. Es un imperativo'.

El alcalde Mockus ha apoyado a la Fuerza Pública en Bogotá con toda determinación. Sin reservas. Y ha sido una formidable combinación de pedagogía de la convivencia y de ejercicio firme de la autoridad. Nos sentimos muy honrados al imponerle la Estrella de la Policía.

miércoles, 14 de abril de 2010

Matanza paramilitar

Matanza en el pueblo de El Salado por el bloque “Héroes de los Montes de María” (¿Pueden estos llamarse héroes?) Autodefensas Unidas de Colombia o paramilitares…
OPERA TRÁGICA
“Los días previos a la matanza de ese viernes 18 de febrero de 2000 y que sitúo desde antes del 31 de diciembre del 99 fueron de gran desazón y angustia para los saladeros. ‘¡Que esta noche se meten!, ¡que mañana!, ¡que el viernes!’, en fin una fecha aplazada que para todos siempre fue esperada por la forma tan cruel de tortura sicológica con la que se promocionó” advierte Marianela.
El preludio de horror de El Salado, según nuestra testigo, “se inició dos días antes, en la noche del miércoles 16 y la tarde del jueves 17 de febrero, cuando los paramilitares entraron a Canutal, Canutalito y Flor del Monte, en Ovejas, Sucre, a bordo del fatídico helicóptero y varios jeeps, camiones y tractores, para posteriormente dirigirse a San Pedro, en límites con El Salado, de donde se fueron para las veredas de San Rafael, El Cielito, Patevaca y Bajo Grande, en donde asesinaron a otros 42 campesinos” recuerda.
La temida ordalía de sangre se inició con la llegada de las ‘autodefensas’ por los once caminos que mal unen a El Salado con otros pueblos de la zona y a bordo del helicóptero, “la cual no viví en su comienzo, pero si en su final, pues ante los rumores de lo que podía estar sucediendo en los pueblos cercanos le dije a mi marido, '¡vámonos para donde mi hermana!' que habitaba en una hondonada a media hora del pueblo”.
Prosigue: “Ensillé dos burros y me encaramé en ellos junto a mis tres pelaos, tres gallinas, agua y algo de vitualla, tras horas de insistirle a mi marido Cástulo, (nombre también fingido) para que nos fuéramos, quién se negaba a irse, pero que al verme salir también ensilló otro burro y se vino con nosotros”.
La muerte ya se paseaba oronda por la región y esa noche, según Marianela, “los paramilitares al percatarse de la presencia de nosotros en la casa de mi hermana, nos lanzaron desde el cerro cercano cilindros de gas llenos de dinamita y tuercas, algunos de los cuales nos cayeron cerca sin herirnos, pero el trueno de su explosión nos asustó mucho e hicieron mucho daño, al tiempo que los sobrevuelos de otro helicóptero rociaban de bala todo alrededor”.
“Mi marido nos dijo, '¡vámonos pa’l monte que allí no nos ven y las balas tampoco nos dan!', pero que va, varios de ellos nos obligaron a regresar a la casa de mi hermana y allí, luego de obligarnos a hacerles un sancocho con las gallinitas que habíamos traído para nosotros y de decirnos que en la única parte en la que podríamos protegernos ‘de este ataque de la guerrilla’ era en el pueblo, nos dirigimos nuevamente hacia allá”.
Al llegar, la estridencia de la música se sentía por todos lados y cualquiera hubiera pensado que se trataba de la celebración de la Virgen del Carmen. “Pero que va –recuerda Marianela-, la masacre llevaba ya casi 24 horas, amenizada con vallenatos, champeta, drogas de todas las clases y ron y cerveza del que habían sacado de las cantinas y tiendas del pueblo y del que ellos mismos habían traído”.
Guiados por un encapuchado "habían convocado por altoparlantes al pueblo en frente del playón de la iglesia y un rato después se dividieron en grupos y se fueron casa por casa a sacar a los que se habían quedado escondidos".
La macabra fiesta mientras tanto seguía. “Cada media hora, tocaban el bombo de la banda musical del colegio y entonces pasaban a alguien ‘al papayo’, después de ser señalado por el encapuchado que los acompañaba. A muchas mujeres las violaron varios tipos delante de sus familiares y el pueblo y a una después de ultrajarla le cortaron los senos, los brazos y la cabeza viva, tras lo cual la empalaron ensartándola desde sus partes nobles, acusada de ser la mujer de un jefe guerrillero. A otros los mataron a punta de mona y con garrotes y a otros con un destornillador inmenso, mientras esos criminales se drogaban y emborrachaban sin ninguna compasión por las víctimas. A los que mejor les fue los mataron a tiros, mientras que a otros los machetearon inclementemente y a todos les dieron el tiro de gracia”.
La muerte también rondó a los paramilitares. Marianela recuerda: “A una de esas bestias asesinas, al tratar de quitarle desde afuera y por una ventana el picaporte de la puerta de una casa que se encontraba cerrada, el dueño que estaba adentro, al que después trocearon en pedacitos vivo, le mochó el brazo de un machetazo y sus lamentos se unieron a los de las otras víctimas, antes de morirse desangrado mientras sus compañeros masacraban a los del pueblo”, señala.
RETORNO INFERNAL
“Nos regresamos como nos fuimos, en los mismos burros y por el mismo camino pero sin las gallinitas ni el agua ni la vitualla que habíamos llevado, siempre con el Credo en la boca. Al llegar, mi hermana salió a buscar a mi mamá a su casa pero allá estaban los demonios esos que tras ultrajarla la mataron. Mi madre se salvó porque, a pesar de sus años, se escondió. Sin embargo la balacera contra todo lo que se movía seguía desde el helicóptero.”
El dolor de los saladeros no motivó la compasión de los victimarios. “Mientras casi todos llorábamos e implorábamos para que no nos siguieran matando, ellos se reían, nos mandaban a callar con amenazas de muerte, se drogaban, bebían y bailaban en medio del carnaval de muerte que habían armado y con el que gozaban”.
De la matanza no se salvaron siquiera los niños. “A una pequeña después de hacerla comerse un cardón (cactus) la dejaron al sol para que se muriera por insolación y sed. A otra adolescente, la violaron junto a su mamá. A un señor de edad, al que le habían perdonado la vida, otro de esos asesinos drogados lo mató de un tiro disparado con frialdad”.
A las tres de la tarde del sábado 19 de febrero de 2000 y tras escuchar por un equipo de radio que cargaban consigo que miembros de la Infantería de Marina se dirigían al lugar, los paramilitares abandonaron el sitio sin prisa, después de recoger las últimas botellas de licor que aún les quedaban por beber.

miércoles, 7 de abril de 2010

transcrito del blog del periodista Gustavo Gómez de Caracol

La Marea Verde, por Héctor Abad

La Marea Verde
Por Hector Abad

No son dos profesores despistados sino dos ciudadanos ejemplares que se hastiaron de la política corrupta. No son dos soñadores con la cabeza en las nubes sino dos hombres con los pies en la tierra que han demostrado (cuando fueron elegidos en las dos alcaldías más importantes del país) que saben administrar con eficiencia y pulcritud los recursos públicos. Ambos tienen experiencia administrativa y ya demostraron que son limpios y capaces de llevar a la práctica sus ideas de educación, civismo y no violencia. Medellín y Bogotá eran dos de las ciudades más desprestigiadas de la tierra y hoy son un ejemplo para América Latina, gracias a ellos.

Antanas Mockus y Sergio Fajardo se han unido por una idea magnífica que no es superior a nuestras fuerzas: quieren un país digno y renovado, un Estado manejado por políticos limpios y sensatos, no por corruptos, energúmenos o violentos. Ellos representan lo mejor de Colombia: son dos estudiosos que no han llegado donde están por sus familias o por nombramientos politiqueros. Están juntos porque tienen un proyecto claro de país y son capaces de ser humildes y deponer los intereses personales por el bien de Colombia.

Sus dos mayores contrincantes en la próxima contienda electoral son dos políticos que nunca han sido elegidos: siempre fueron nombrados por sus contactos y apellidos. Juan Manuel Santos y Noemí Sanín no han dirigido ni siquiera un pueblo chico y no pueden presentarse como más experimentados. Si uno de ellos falta, ¿se sentiría el país seguro en manos del inconsistente Angelino Garzón o del etéreo Luis Ernesto Mejía? Recuerden: todos somos mortales.

Hay que celebrar la unión de Antanas Mockus y Sergio Fajardo. Su candidatura crecerá como espuma, como una gran marea verde y en la segunda vuelta sorprenderán a cualquiera que sea su contrincante. Unámonos al sueño de esta Colombia nueva, al sueño de un país donde sea más importante la educación que la guerra. En el que lo primero sean la salud y el agua y no el odio y las trincheras. Por un país seguro y decente, pero no plegado a los paramilitares o a los falsos positivos por el bien de una seguridad mal entendida. Ellos no claudicarán ante la guerrilla, pero al mismo tiempo eliminarán los caldos de cultivo de miseria donde crecen el descontento y la apatía.

El sueño está creciendo y se va a hacer realidad. Los jóvenes que estudian están con ellos; los jóvenes que quieren tener un trabajo decente están con ellos; los empleados hartos de la corrupción y la compra de votos están con ellos. Los colombianos pensantes estamos con ellos. Únete a estos dos grandes profesores, a estos dos matemáticos que dejaron las aulas para construir una Colombia de la que nunca más nos tengamos que avergonzar.