domingo, 25 de julio de 2010

COLOMBIA, PAIS MISÓGINO, AGRESIVO Y VIOLENTO


COLOMBIA, PAIS MISÓGINO, AGRESIVO Y VIOLENTO
No hubo medio escrito, radial, virtual, telefónico televisivo y de toda índole, que no hiciera alusión a la doctora Ingrid Betancourt por sus pretensiones de demandar al Estado colombiano para que éste la indemnizara con una suma que le resarciera al menos el tiempo (6 años), que permaneció en manos de un grupo rebelde en las selvas colombianas.
No me referiré a los sufrimientos morales porque esos no tienen resarcimiento alguno. Al contrario, es una marca imborrable, un estigma que se perpetúa en el tiempo.
Inmediatamente la noticia rodó por el mundo, el sentimiento “patriotero” de sus conciudadanos saltó de sus corazones enardecidos, corazones alimentados desde años atrás, (ocho tal vez) por permanentes arengas encendidas y dardos envenenados lanzados por quien aleccionó y adormiló a su pueblo, impidiéndole pensar, opinar, y sobre todo, rebelarse en contra de toda injusticia.
Los ríos de tinta sancionando enérgicamente la osadía de Ingrid, corrieron a borbollones cual lava encendida que a su paso va quemando y destruyendo todo lo que en su destructora carrera intenta detenerla. Columnistas de renombre unos, otros menos importantes, y algunos desconocidos para el vulgo, hicieron derroche ante sus lectores de toda la miseria que encerraban sus corazones, y que cual hienas ahítas con la presa regurgitaron toda la podredumbre almacenada en sus mentes torcidas y almas egoístas.
Misóginos sí. Porque fueron hombres los que en su mayoría condenaron, fustigaron y se atrevieron a lanzar los peores epítetos en contra de una mujer que se sintió indefensa y amenazada ante el cúmulo de agresividades.
Hubo también un cierto, aunque en menor escala número de mujeres que a semejanza de las arpías, excretaron toda la fetidez almacenada en sus almas, maldiciendo y cuestionando la audacia según ellas, de Ingrid. De esas, mal llamadas mujeres solo me queda la duda de su sexualidad, porque al denigrar de una de sus congéneres, su feminidad, al calcar el comportamiento de los machos queda en entredicho.
Todos los secuestrados pueden entablar las denuncias por reclamaciones, sus sufrimientos lo ameritan, ¡pero Ingrid no! Rugió enfáticamente en los micrófonos de su poderosa cadena su reconocido Director. ¿Acaso Ingrid es inmune al sufrimiento, al dolor, a la angustia, a la soledad, a las injurias y peligros? Me pregunté asombrada.
Todos se convirtieron en jueces implacables que emitieron sentencia sin un conocimiento real de los hechos. Cada cual juzgaba, apedreaba y escandalizaba de acuerdo a los rumores. Aquí primaba la noticia malsana, cruel, estigmatizante. El único propósito era mantenerse en primer lugar de sintonía.
Gran mayoría de colombianos se sintieron obligados a defender el erario de las garras de Ingrid. El Estado podría colapsar, sería la hecatombe del siglo si ella llegaba a percibir un sólo peso por los 6 años que estuvo en la selva abandonada por el Estado, y por los colombianos que durante todos esos años no movieron un dedo tratando de hacer algo por todos los que se pudrían en la selva. Un Estado que no le prestó la protección que debía, que le negó el transporte que necesitaba, que le suspendió a los escoltas a que tenía derecho como candidata presidencial. Un Estado que manipuló la información para que el alienado pueblo colombiano en su gran mayoría, se levantara en su contra como leones y hienas hambrientas que persiguen la carnada.
¿Dónde estaban ustedes en estos 10 años? Preguntó a los presentes, militares y civiles, un asombrado soldado rescatado en la nombrada y publicitada Operación Jaque.
Lo cierto fue que cuando la señora Clara Rojas candidata a la vicepresidencia de Ingrid, refutó las afirmaciones de quienes en esa época estuvieron presentes en los pormenores del accidentado viaje, y que afirmaban que poseían documentos guardados en urnas triclaves firmados tanto por Ingrid como por ella haciéndose responsables de lo que pudiera pasarles en el trayecto, todo quedó en silencio, y la parafernalia montada y manipulada tanto por el presidente de la época, como por los militares y el gobierno actual, desapareció.
Amnésico el grueso del pueblo colombiano como siempre, así como olvidó por años a los secuestrados, olvidó también a los gestores de sus liberaciones. Solas sus familias luchaban en silencio, ya que el gobierno se negaba a cualquier acción que no fuera la bélica para rescatarlos. Fue precisamente la doctora Piedad Córdova, el presidente venezolano Hugo Chávez, la madre de Ingrid y su familia quienes comenzaron la tarea tanto en Francia como en todo el mundo, de lograr el rescate no sólo de Ingrid sino de buena cantidad de militares y civiles. Los mismos militares olvidados por años, de su gobierno y de sus comandantes.
La poca o ninguna solidaridad de la mayoría de mujeres colombianas con sus congéneres es patética, es el fiel reflejo de la envidia, violencia, agresividad en que han sido formadas. También es el fiel reflejo del sometimiento al hombre, lo que les impide tener criterios propios que les ocasionan traumas y frustraciones irreversibles.
A pesar de los maltratos y crímenes ejercidos contra la mujer, ellas son las primeras en saltar como culebras venenosas contra la que desgraciadamente ha sido puesta en la picota pública.
En Irak, Iran y los países musulmanes, las mujeres son lapidadas de la manera más cruel tanto por hombres como por mujeres, martirio que las conduce a la muerte. Los Derechos Humanos y otras entidades dedicadas a la defensa de la vida, claman para que se eliminen estas siniestras prácticas de la “cultura” de esas naciones.
En Colombia, si una mujer cae en desgracia, bien sea por asuntos sentimentales o problemas políticos, la jauría envenenada y hambrienta de hombres y mujeres cabestreados y exacerbados por los medios, por los políticos, y por todos los que han sido alienados al antojo de los verdugos, lanzan bocanadas de pestilentes epitetitos contra sus víctimas, como le sucedió a la doctora Ingrid, y también a la doctora Piedad Córdova. Para ellas no existen Derechos humanos que levanten la voz en protesta por tanta malignidad de su pueblo.
Si las mujeres no se unen y levantan una muralla infranqueable contra los atropellos de la mayoría de los hombres, continuarán siendo sus víctimas. Y a pesar de los esfuerzos de unas pocas por reivindicarlas, nunca podrán despojarse del yugo a que han sido sometidas.
Mujeres como las doctoras Piedad Córdova, Nohemí Sanín, Ingrid Betancourt, Cecilia López, inteligentes, contestatarias, y que bien o mal han querido el cambio de nuestra patria, han sido humilladas, vituperadas, calumniadas tanto por los hombres como por las mujeres. Quien esto escribe no se va a extrañar por la andanada de insultos que como respuesta llegarán a su blog.
Es común, cuando de agraviar se trata que tanto de la vida personal, de la vida política, y de la jurídica se haga una masa compacta, sin tener en cuenta que distan mucho las unas de las otras. Los asuntos jurídicos son de tenor de la justicia y en ellos no tienen porqué mezclarse los civiles, los personales pertenecen a vida íntima de cada cual y no tienen porqué inmiscuirse en ellos, personas ajenas a los estrictamente envueltos en el caso. Pero en cada asunto, nadie, aparte de la justicia correspondiente tiene derecho alguno de inmiscuirse en los asuntos relacionados con los delitos de las personas. Los Tribunales son los únicos llamados a condenar o absolver. Pero en Colombia todos los ciudadanos son jueces, todos se creen con derecho a cuestionar la vida privada y pública de las personas violando así los derechos fundamentales del Ser Humano, y lo más aberrante, sin que haya justicia que amoneste, juzgue y castigue a los lenguaraces.
¿Para quién y para qué cuidan los ciudadanos colombianos con tanta agresividad y tanto ahínco los dineros del erario? Ni ellos mismos lo saben. Una nación donde los servicios de la salud, la educación, el trabajo, son totalmente ineficientes, debería reclamar con igual ímpetu esos derechos para bien de ellos y de otros tantos desprotegidos y abandonados por el Estado.
¿Por qué no se han levantado en masa como lo han hecho en contra de las damas citadas anteriormente, contra los ladrones de cuello blanco? ¿Por qué no han reclamado con la misma rabia los dineros de Agro Ingreso Seguro, Invercolsa, Chambacú, las Zonas francas en manos de los hijos del mandatario, los falsos positivos, los miles de desaparecidos etc.?
No, aquí hay que guardar un silencio sepulcral, hay que permanecer siendo cómplices de quienes cometieron esos delitos. Esa es la felicidad de un pueblo masoquista ignorante y agresivo…
Y regresando al comienzo de mi artículo: Colombia, país misógino, agresivo y violento, no puedo dejar de mencionar dos diatribas grotescas contra la doctora Ingrid, contra su señora madre, y su familia.
Por la red, una mujer que se hace llamar Maritza Castrillón Silva, que se autodenomina persona “normal”, como si pudiera llamarse normal quien vitupera, zahiere y agrede con epítetos como los siguientes a la señora Ingrid: “Desearíamos que no hubiera sido liberada” “Gentuza como usted” “Ladrona desagradecida”etc. Son el reflejo del desequilibrio mental y la podredumbre de los corazones de muchos colombianos.
El más importante Diario de Bucaramanga tiene un enfermo mental que escribe columnas de opinión y que se firma Escritor Ito. (Vergüenza el nombre para los verdaderos escritores). Ese desequilibrado se expresaba con frases tan ruines como las siguientes: “Sátrapa, marginada de la sociedad”. “Que desaparezca del país, así sea volviendo al monte, como caprinos de baja estirpe…” Esos sicarios morales, lapidadores de las mujeres, deberían estar con cadenas en un manicomio, o en una cárcel pagando sus calumnias y agravios.
“Libre es todo aquel que no está esclavizado por ninguna torpeza” Cicerón
Colombia ¿Cuándo serás libre?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "COLOMBIA, PAÍS MISÓGINO, AGRESIVO Y VIOLENTO":

Mire usted donde encuentra una persona clara, valiente y sincera. L[astima que los colombianos no pueden recibir la verdad as[i, cristalina, objetiva, equilibrada y pura.
La felicito sinceramente. Usted me reconcilia con la humanidad y con la colombianidad. Que curioso: yo tenía la intención de escribir algo así, pero me ahorre el trabajo. Alguien muy valiente lo hizo.

Miami

Anónimo dijo...

No hay que confundir, manuelita, la indignación que produjo la pretensión de Íngrid Betancur con la misoginia: no es por ser mujer que se la atacó. Ni es por ser mujer que todas las mujeres deberían apoyarla.

Una buena parte de los colombianos sí son (no me incluyo) agresivos y violentos, y probablemente también misóginos, pero circunstancias como éstas sólo les proporcionan más material para la hoguera. Aunque el respeto no debería uno ganárselo, seguro ayuda.

Estoy de acuerdo con usted en que debieron ser las instancias judiciales las que definieran el curso de las demandas, y no la picota pública.

Anónimo dijo...

MUY INTERESANTE,